Estoy de pie en mi cocina y se me escurre el teléfono rojo de pared entre las manos. Se queda balanceando y yo paralizada. Han llamado y al descolgar sólo he oído murmullos extraños.
Decido preparar la cena para distraerme un poco tras la desconcertante llamada. Debe de haberse desatado tormenta porque algo golpea las persianas con fuerza.
Recuerdo que he dejado la ventana del salón abierta y en ese momento, vuelve a sonar el teléfono:
-¿Sí? ¿Quién es?
Nadie contesta. Pero esta vez se puede apreciar el jadeo de un animal.
-¡Oiga, esta broma no me hace ninguna gracia! -le grito al teléfono desesperada y del otro lado de la línea llegan ladridos que retumban por toda la casa.
Me sobresalto y golpeo el teléfono con todas mis fuerzas sobre la pared para colgarlo.
Salgo de la cocina y enciendo todas las luces que me encuentro a mi paso hasta que llego a mi dormitorio. La puerta está cerrada. Si estoy sola en casa nunca cierro la puerta. La abro y me encuentro la cama deshecha. Todo está tirado por el suelo.
Veo como algo se mueve debajo de la cama y al agacharme veo a Ares, mi perro, lamiendo el teléfono.
-¿Has visto cómo lo has dejado todo? No vuelvas a darme estos sustos.
Lo cojo en brazos y vuelvo a la cocina para terminar la cena.
A todo esto, el teléfono vuelve a sonar.
-¡Ares! el teléfono no es un juguete, dámelo...
Cuando me giro me doy cuenta de que Ares está comiendo de su pienso, lejos del teléfono que lo dejé en la mesa de la cocina. No me da tiempo a cogerlo porque de pronto todas las luces de la casa se apagan.
Me dirijo hacia el salón a tientas en busca de una vela. Toda la casa cruje y ese sonido me estremece.
Siento algo detrás de mí. Ares me ha seguido y no para de ladrar.
Encuentro una vela en el aparador y la enciendo.
Ares sigue ladrando y vuelvo a escuchar ese susurro animal que me eriza la piel. Levanto la vista hacia el espejo y descubro la figura de un hombre encapuchado. El miedo se apodera de mí y me corta la respiración pero de lo más hondo de mí se escapa un chillido.
El hombre se aleja corriendo y salta por la ventana que me había dejado abierta. Me apresuro a cerrarla y bajo la persiana de golpe.
<<Ha estado todo el rato aquí dentro>> es lo único que puedo pensar antes de desmayarme.
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