25 feb 2016

Reto 3: “Estoy de pie en mi cocina…”. Debe ser una historia de suspense

  Estoy de pie en mi cocina y se me escurre el teléfono rojo de pared entre las manos. Se queda balanceando y yo paralizada. Han llamado y al descolgar sólo he oído murmullos extraños.
  Decido preparar la cena para distraerme un poco tras la desconcertante llamada. Debe de haberse desatado tormenta porque algo golpea las persianas con fuerza.
  Recuerdo que he dejado la ventana del salón abierta y en ese momento, vuelve a sonar el teléfono:

 -¿Sí? ¿Quién es?

 Nadie contesta. Pero esta vez se puede apreciar el jadeo de un animal.

-¡Oiga, esta broma no me hace ninguna gracia! -le grito al teléfono desesperada y del otro lado de la línea llegan ladridos que retumban por toda la casa.
 Me sobresalto y golpeo el teléfono con todas mis fuerzas sobre la pared para colgarlo.

 Salgo de la cocina y enciendo todas las luces que me encuentro a mi paso hasta que llego a mi dormitorio. La puerta está cerrada. Si estoy sola en casa nunca cierro la puerta. La abro y me encuentro la cama deshecha. Todo está tirado por el suelo.
Veo como algo se mueve debajo de la cama y al agacharme veo a Ares, mi perro, lamiendo el teléfono.

 -¿Has visto cómo lo has dejado todo? No vuelvas a darme estos sustos. 

Lo cojo en brazos y vuelvo a la cocina para terminar la cena.

A todo esto, el teléfono vuelve a sonar.

-¡Ares! el teléfono no es un juguete, dámelo...

Cuando me giro me doy cuenta de que Ares está comiendo de su pienso, lejos del teléfono que lo dejé en la mesa de la cocina. No me da tiempo a cogerlo porque de pronto todas las luces de la casa se apagan.
Me dirijo hacia el salón a tientas en busca de una vela. Toda la casa cruje y ese sonido me estremece.

Siento algo detrás de mí. Ares me ha seguido y no para de ladrar.

Encuentro una vela en el aparador y la enciendo.

  Ares sigue ladrando y vuelvo a escuchar ese susurro animal que me eriza la piel. Levanto la vista hacia el espejo y  descubro la figura de un hombre encapuchado. El miedo se apodera de mí y me corta la respiración pero de lo más hondo de mí se escapa un chillido.
  El hombre se aleja corriendo y salta por la ventana que me había dejado abierta. Me apresuro a cerrarla y bajo la persiana de golpe.

 <<Ha estado todo el rato aquí dentro>> es lo único que puedo pensar antes de desmayarme.

9 feb 2016

Reto 2: Reescribe la escena de los molinos de Don Quijote imaginando que se enfrenta a zombis


 Llevaban ya muchos kilómetros de camino. El sol, la sed y el cansancio remitían en sus gastados cuerpos. Sancho formulaba refranes en voz baja para entretenerse, mientras que el Hidalgo mantenía la vista fija en el horizonte. Estando en esto algo le inquietó:
   -Sancho, ¡qué es lo que ven mis ojos!- exclamó.- Corre, dame mi lanza. ¡Debemos detenerlos cuanto antes!

 Sancho extrañado a la vez que asustado, se puso de puntillas mientras guiñaba los ojos para intentar ver a qué se refería su amo.

 -¿A qué se refiere? Yo no veo nada.
 -Pero Sancho, ¿acaso estás ciego? ¡Una horda de muertos vivientes se acerca a nosotros! He leído  sobre ellos en mis libros de caballería. Debemos matarlos o se comerán nuestro cerebro. Mi amada  Dulcinea puede estar en peligro. Sancho, rápido. Mi lanza.-volvió a exigir Alonso.
 -¿Qué clase de animales son esos?- preguntó en actitud defensiva el campesino.
 -No son animales, Sancho. Son personas. Muertos que se levantan de sus tumbas, salen de la tierra  en busca de cerebros humanos. Si leyeras libros de aventuras lo sabrías.
 -¡Por Jesucristo!-clamó Sancho a la vez que se signaba.

 Por más que el pobre de Sancho miraba y miraba no veía a tales seres. Lo único que se encontraba por aquellos páramos de tierra mancha, a parte de ellos, eran unos cuantos molinos. " Me parece que a usted ya le han comido el cerebro, porque aquí solo hay molinos. Para moler el trigo, ya sabe. Tranquilícese y no se meta en berenjenales".-dijo Sancho con paciencia para intentar tranquilizar al Hidalgo. Pero este hizo caso omiso de su ayudante y, después de arrebatarle la ansiada lanza, galopó en Rocinante hasta su amenaza al grito de "¡Por Dulcinea! ¡Morid malditos!" Sancho no daba crédito ante semejante espectáculo.

 Don Quijote acabó haciendo aspavientos encajado en lo alto de uno de los molinos. Sin rastro de zombis contra los que luchar aunque con magulladuras propias de una batalla de fieras.